lunes, 12 de abril de 2010

En ocasiones soy un mal científico

Quien me conozca sabrá que soy un ferviente defensor del método científico. Aunque no suelo expresar públicamente mi rechazo a las pseudociencias o a los dogmas de fe, mi pensamientos (excesivamente) racionales intentan seguir el famoso método.

Siempre he admirado la capacidad de regeneración que tiene la Ciencia. Al contrario de lo que sucede con los dogmas aceptados, la Ciencia es capaz de reinventarse a sí misma si considera que existe una teoría mejor que la anteriormente aceptada. Todo esto lleva a un estado en el que sabes que todo lo que conoces no es totalmente verdadero, sino que es una buena aproximación de la realidad. Por lo tanto, todo lo que conoces sabes que es 'falso'. Y a pesar de esta incertidumbre (o gracias a ella) se consigue ir avanzando cada vez más allá.

Alguno de mis ¿tres? lectores (siendo optimista) se preguntará a qué viene todo esto ahora. Pero es que cuando la incertidumbre entra en mi vida personal soy incapaz de admirar la belleza de la búsqueda de la respuesta, y lo único que quiero es obtener una respuesta de forma inmediata. La veracidad e idoneidad de la respuesta pasa a un segundo plano, siendo la inmediatez la principal cualidad buscada.

Mientras la respuesta no llega, me impaciento, me quedo petrificado y hasta me tiembla la voz. Por momentos sobrevuelan mi cabeza pensamientos optimistas, intentando aferrarme a los clavos ardiendo cual defensor homeopático. Sin embargo, poco después me sorprendo convenciéndome a mí mismo de las nulas posibilidades de éxito, para así no tener que preocuparme por ello.

Todo esto se traduce en una montaña rusa de emociones que no hacen más que maldiga a Heisenberg y a la incertidumbre desde el principio. Sólo queda consolarse y pensar que algún día encontraré mi sitio en este mundo, aunque debería hacer algo con este miedo a buscarlo.

1 comentario:

~ Aisha ~ dijo...

La prisas no llevan a ninguna parte....